Si perdiera la mitad de lo que recuerda, el resto no tendría sentido.
De su reposo no nacía la intención de vender ninguna idea más, así que continuó esperándola.
Fabricó silencios cuando lo que quería era gritar, y obligó a su memoria a no echarla de menos. Pero el seguía esperándola, en la misma postura que lo hizo otras veces.
Sabía que era una desconocida para él, apenas dos encuentros que él recordara, porque ahora su memoria también empezaba a perderle el respeto.
La recordaba confusa y en sus encuentros él siempre lucía ojeras
-estigmas de la noche-
Podría parar la espera poniendo su canción favorita y así olvidarla, pero necesitaba hurgar en la desesperación, en la soledad de la espera.
El contacto difuso con la realidad se resbalaba entre sus manos, sostenía un bolígrafo que cayó al suelo sin tocar el papel en blanco que había frente a él.
Aquella noche tampoco vino
miércoles, 11 de febrero de 2009
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
3 comentarios:
vaya por dios! :-)
¡Qué bonito aunque triste!
Me sugiere muchas imágenes, me lo imagino totalmente. Esperemos que la situación cambie.
Sí es un poco triste, pero él tiene mucha ilusión, seguirá esperando...
Muchas gracias anónima
Publicar un comentario