martes, 5 de febrero de 2008

el teléfono

El teléfono que suena no es el mío, casi que lo odio más.
Odio más al teléfono que está en la mesa de mi compañero que al mío propio.
El teléfono de la oficina nunca trae buenas sorpresas.
A veces pienso que tengo comunicación directa con el Ministerio de las Malas Noticias.

De momento no suena, pero el aparato telefónico guarda más energía potencial que cualquier otro objeto que esté a nuestro alcance y sin embargo, muchas veces escapa a nuestro control.
A veces lo miro de reojo y a veces no lo quiero ni mirar,
a veces me parece que suena y a veces no lo oigo sonar.
El teléfono de una oficina es una bomba con auricular.

No hay comentarios: